Toda la instrucción que hemos recibido a lo largo de nuestras vidas está relacionada con la adquisición de instrumentos que nos permitan vivir y desenvolvernos dentro de la sociedad: herramientas para acceder al mercado laboral, habilidades para tener éxito social, reconocimiento, bienes materiales, poder, comodidad, etc.

El colegio, la escuela media y superior, la universidad; luego los masters, grados, postgrados, especializaciones. En todo este largo recorrido, que comienza cuando somos muy pequeños, solo nos han proporcionado diferentes métodos y herramientas para la supervivencia y el progreso sociales.

Dentro de todos estos programas de estudio, nunca nos hemos topado con una asignatura que se llame “Entrenamiento para ser tú mismo” o “Ejercicios prácticos para conocerte mejor”.

Un título universitario, una posición social, el ejercicio de cierto poder en un determinado ámbito, no son la genuina manifestación de tu esencia, no son tu ser real, no son “Tú”. Solo son cosas que has adquirido.

Lo adquirido, lo que no es tuyo, viene de fuera; lo esencial, lo que si te pertenece por naturaleza, viene de dentro y busca emerger; te llama, todos los días, con el enorme deseo de surgir y manifestarse.

El desarrollo real de un ser humano está relacionado con el desarrollo de su ser, con el crecimiento de su esencia, con la gradual manifestación de lo que esa persona realmente es. Está relacionado con el maravilloso viaje de descubrirse a sí mismo. Como pienso yo por mi mismo, como siento yo por mi mismo, como actúo yo  por mi mismo. Por mi mismo significa libre de la poderosa influencia que la educación ha ejercido sobre mí, condicionándome más de lo que logro darme cuenta.

¿Esto significa que debo negar mi educación y eliminarla de mi vida? absolutamente no! Es más, tengo que estarle muy agradecido y seguir nutriéndola siempre, me ha sido y me es de extrema utilidad, me ha ayudado a desenvolverme en este mundo. Lo que sucedió fue solo que, en este proceso, me olvidé de una parte, quizá la más importante.

Lo interesante será comenzar a equilibrar la balanza. Tomar conciencia que mi existencia tiene, al menos, dos direcciones: una externa, social; y otra interna, esencial.

Los valores de felicidad y plenitud que tanto deseamos, serán alcanzados solo desde la unión de ambas vertientes, por manifestar nuestra balanza con sus dos platos en equilibrio; pero no tenemos que olvidar que, felicidad y plenitud son emociones, y que por lo tanto, tienen su raíz en el mundo interior de cada uno de nosotros. Y es allí donde debe ir hoy nuestra mayor atención, ya que durante mucho tiempo lo hemos tenido olvidado o lo hemos dejado casi siempre para lo último.