La verdadera productividad, o la productividad completa, es la suma de dos factores, de dos valores. La consecución de un valor externo, material, económico; más el logro de un valor interno: la plenitud, la satisfacción de quien o quienes producen el valor externo.

Si producimos solo uno de estos dos valores, podemos decir que somos parcialmente productivos.

Si solo obtenemos el resultado material, y este no se une con la satisfacción interior, con un cierto estado de plenitud; habremos producido solo una parte. Y probablemente regresaremos a casa cansados, apáticos, tibios. Para que al día siguiente, se produzca nuevamente la misma dinámica de monotonía existencial. El resultado material hace la diferencia solo en parte.

De la misma manera, si conseguimos sentirnos muy bien, tener un óptimo nivel relacional en el equipo y disfrutar de lo que hacemos, pero sin conseguir el resultado material, es evidente que nuestra empresa o proyecto tendrá los días contados (También debemos decir, que si logramos esto, es más que probable, que el resultado externo se alcance, aunque no es seguro).

La realidad de nuestra sociedad actual, nos muestra claramente que hemos aprendido bastante bien a producir el primer valor: ganar dinero. Esto se sabe hacer bastante bien, las empresas saben hacerlo bastante bien. Y es un gran valor saber hacerlo.

Y también hemos de decir, que para obtener el segundo valor, queda camino por recorrer. En algunos lugares, ni siquiera aún lo reconocen. En otros comienzan a hacerlo. En pocos están ya trabajando en esta dirección.

Inevitablemente el mundo camina hacia una “productividad completa”. Así podremos completar el circuito “win – win” para regresar a casa con ganas, entusiasmados, con energía y una actitud positiva. Y esto sí hace “la diferencia”.

De esta manera seremos también buenos educadores de quienes vengan detrás, dejándoles señales de la importancia de la construcción de la felicidad personal como base para la creación de una sociedad más sana, pacífica, amable y sostenible.