El liderazgo es la capacidad de gestionar grupos de personas para llevarlas a conseguir objetivos dentro de un marco de condiciones internas amables; y es, como cualquiera de las acciones que manifestamos diariamente, un espejo que refleja quién es ese líder, mostrándonos su grado de desarrollo humano.

Antes de poder aplicar las máximas del liderazgo a su grupo de referencia, esa persona deberá saber aplicarse a sí mismo algunas pautas: tendrá que saber desenvolverse como desea que su equipo lo haga, erigiéndose de esta manera en un modelo de orientación para el grupo.

La gestión del grupo comienza con la auto-gestión de su líder, y he aquí la responsabilidad que este asume.

El primer paso para conseguirlo es el conocimiento de sí mismo: el líder deberá conocerse al menos en un nivel suficiente como para reconocer, mediante la auto-observación, las emociones propias, aquellas que son útiles para cada situación, y aquellas que no lo son.

El segundo paso será manifestar la capacidad de auto-control, lo que le permitirá elegir, alinearse y exteriorizar solo aquellas emociones que son sinérgicas al objetivo buscado y descartar toda posibilidad auto-saboteadora.

Una vez reconocidas y gestionadas las propias emociones, una vez que “la casa está en orden” podrá dar el tercer paso: el encuentro directo con los demás, manifestando la capacidad por excelencia en las relaciones interpersonales: la empatía, en este caso, orientada al resultado que el grupo persigue.

Solo a partir de aquí puede dar comienzo un verdadero proceso de liderazgo destinado al éxito material y a la plenitud personal de cada integrante del grupo.

Resumido sería así, desde la visión del líder:

1-Me conozco (reconozco mis emociones en el momento presente, las positivas y las no útiles).

2-Me gestiono (me esfuerzo en abandonar todo aquello que no es útil al objetivo y me manifiesto solo de forma proactiva).

3-Me relaciono (voy al encuentro de los demás practicando la empatía orientada al resultado).