Las habilidades blandas, o Soft Skills como se las conoce actualmente, son un conjunto de capacidades generadas en la parte emocional de nuestro cerebro. Son habilidades de gestión emocional, tanto interior (gestión de mí mismo) como exterior (gestión de las relaciones).

Podemos decir que quienes buscan manifestarlas producen un alto rendimiento de sus capacidades emocionales, ya que buscan continuamente, tanto en su esfera profesional como personal, la manifestación de la mejor versión de sí mismos, y desean igual manifestación en las personas que les rodean.

Esta “mejor versión” está directamente conectada con la idea de responsabilidad (entendida como capacidad de dar respuesta). Buscar continuamente dar las respuestas  más adecuadas a los eventos que nos presenta cotidianamente la vida, sean del orden que fueren.

A diferencia de las Hard Skills, que presentan saberes técnicos, y cuyas funciones residen en los cerebros motriz e intelectual; las Soft Skills nos ofrecen saberes relacionales: generar las condiciones necesarias para obtener el máximo rendimiento de los demás, igual que un entrenador deportivo intenta hacer con su equipo.

Un líder es quien se esfuerza en desenvolverse de esta manera. Aunque obviamente, quien quiera orientar a otros (fuera), primero deberá conseguirlo consigo mismo (dentro).

“Una mala persona no llega nunca a ser un buen profesional” afirmaba Howard Gardner en una entrevista en La Vanguardia, hace un par de años. Explicaba que los saberes técnicos pueden llevarte a ser un trabajador productivo pero nunca excelente, ya que te mantienen en una esfera individualista, egoica, donde “los demás” no son de interés para ti.

La puerta que conduce del Yo al Nosotros se abre con la llave de las habilidades blandas: cuando descubres el gozo extraordinario de ser útil a los demás y dejas de perseguir solo metas materiales individualistas, cuando la satisfacción de ver feliz a un colaborador te llena tanto o más que cerrar un nuevo contrato.

Los valores contenidos en las soft skills conducen a metas vitales para todo ser humano: La plenitud, la paz, la felicidad; y el deseo sincero y profundo de que todo ser humano consiga disfrutarlos también. Esto es la excelencia humana, que incluye la excelencia laboral.